domingo, 21 de marzo de 2010

Olfato

Cuando un objeto, emite un olor y nos llega a la nariz esto quiere decir que moléculas de dicho objeto se han desprendido de él y llegado, por difusión o arrastre, a nuestra nariz. Estas moléculas entran en la nariz debido a la aspiración que realizamos cuando respiramos. En este proceso, el aire que inhalamos arrastra a las moléculas que están en la vecindad de la nariz. La corriente de aire que entra da lugar a una corriente secundaria que pasa por el epitelio sensitivo. La cantidad de aire y por tanto la fracción de moléculas del objeto oloroso que se deposita en el epitelio es muy pequeña.
También llegan corrientes de aire desde la boca. La comida que tenemos en la boca también despide moléculas que son arrastradas hasta el epitelio sensitivo. Este hecho tiene como consecuencia que la sensación predomina
nte al comer provenga no del gusto que se inicia en la lengua sino del olfato.
La sensación de oler se experimenta cuando las moléculas aromáticas llegan a la mucosa nasal, en donde se disuelven. Así, estas moléculas entran en contacto con los cilios.
Hasta hoy en día no se ha podido determinar con certeza el mecanismo por medio del cual se inicia el proceso a través de los receptores nerviosos que nos dan la sensación de oler. Mencionaremos algunas ideas que se han expuesto y que parecen tener algunos elementos que pueden ser verdaderos. }

En primer lugar, en general, somos muy sensibles a una cantidad extraordinariamente grande de olores distintos. A primera vista podríamos pensar que hay un nervio olfatorio sensible a cada olor posible. Sin embargo, hasta hoy en día no se han encontrado estas diferencias en los cilios nasales.

En muchos casos resulta que la presencia de un átomo particular en la molécula de la sustancia olorosa es la que le da su olor peculiar. Por ejemplo, está el caso del agua, cuya molécula tiene un átomo de oxígeno y dos de hidrógeno, H2O. Si se sustituye el átomo de oxígeno por uno de azufre se obtiene el sulfito de hidrógeno, H2S. Esta última sustancia despide el olor de huevos podridos. Vemos que la sustitución de un átomo de oxígeno por uno de azufre lleva a cambios notablemente desagradables en el olor de las sustancias.
Por otro lado, existen algunas evidencias de que no es nada más la composición química específica de las moléculas olorosas, sino también su forma la que hace que reaccionemos a su olor. En efecto, existen sustancias cuyas moléculas tienen composiciones químicas diferentes pero con formas muy parecidas, y sentimos que tienen olores muy parecidos.
Sin embargo, la explicación desde el punto de vista molecular de cómo olemos sigue sin respuesta definitiva.

La nariz humana
La nariz tiene varias funciones primordiales: por una parte constituye el órgano del sentido del olfato, pues el hombre es capaz de discriminar entre dos mil y cuatro mil olores. Además, forma parte de la vía respiratoria filtrando, calentando, humedeciendo el aire y expulsando materiales extraños recogidos por el aire.
Por nariz se entiende la pirámide nasal visible en la cara o nariz propiamente tal y su cavidad, la cavidad nasal, que se extiende desde los orificios nasales externos por delante hasta las coanas u orificios nasales posteriores que comunican la cavidad nasal con la nasofaringe. La cavidad nasal está dividida en dos mitades por el tabique nasal; a cada mitad se le conoce como fosa nasal; de su pared externa ósea se originan dos láminas óseas perpendiculares llamadas cornetes superior y medio, que dividen parcialmente a cada fosa en cavidades más pequeñas llamadas meatos: bajo el cornete superior está el meato superior; bajo el cornete medio está el meato medio; una tercera lámina ósea independiente, llamada cornete inferior, origina el meato inferior, cavidad cuyo techo es el cornete inferior, y cuyo piso es el piso de (a fosa nasal; en el meato inferior termina el conducto lacrimonasal, que comunica el ángulo interno del ojo con la nariz. Cada fosa nasal se une por medio de orificios en su pared ósea externa con los llamados senos paranasales, cavidades que se encuentran en el interior de los huesos maxilares, frontal, esfenoides y etmoides.

La cavidad nasal presenta tres zonas
1- el vestíbulo: es la parte más anterior e inferior de la nariz, y está tapizada por piel;
2- la llamada "región respiratoria": que se continúa con el vestíbulo y se comunica con la nasofaringe, y está tapizada por una membrana mucosa de tipo respiratorio;
3- la región olfatoria: ubicada en el cornete superior y tercio superior del tabique nasal, donde llegan filetes nerviosos que atraviesan los orificios de un hueso llamado etmoides, cuyo conjunto origina el nervio olfatorio, que alcanza el llamado bulbo olfatorio, que se continúa con las llamadas cintillas olfatorias, cuyas fibras llevan los estímulos al cerebro y cerebelo.

Sentido del olfato
El olfato se localiza en el epitelio nasal. El epitelio olfatorio está ubicado en el techo de la cavidad nasal, el epitelio contiene cerca de 20 millones de células olfatorias especializadas, con axones que se extienden hacia arriba, como fibras de los nervios olfatorios. Esas fibras penetran la delgadísima placa cribada del hueso etmoides, situado en el piso del cráneo, a través de los poros de aquél hueso. El extremo de cada célula olfatoria de la superficie epitelial ostenta v
arios vellos olfatorios que, al parecer, reaccionan a los olores (sustancias químicas) presentes en el aire.
A diferencia de los bulbos gustativos, que sólo son sensibles a unas cuantas categorías de sabores, el epitelio olfatorio reacciona según se cree a unas 50 sustancias. Las mezclas de esas sensaciones olfatorias primarias generan el amplio espectro de olores que el humano es capaz de percibir. Los ó
rganos olfatorios reaccionan a cantidades notablemente pequeñas de sustancias. Por ejemplo la ionona, que es el sustituto artificial del aroma de las violetas, puede detectarse por casi todas las personas cuando su concentración en el aire es de apenas una parte por más de 30 000 millones de partes de aire.
A pesar de su sensibilidad, el olfato es quizás el sentido que se adapta con mayor rapidez. Los receptores olfatorios se adaptan en un 50% durante el primer segundo de estímulo, de modo que hasta los más desagradables olores presentes en el aire dejan de ser percibidos después de unos cuantos minutos. Parte de la adaptación ocurre, según se piensa, en el SNC.

Los senos paranasales
Son prolongaciones neumatizadas o llenas aire de la porción respiratoria de la cavidad nasal localizan en los siguientes huesos craneales: frontal, etmoides, esfenoides y maxilar. Los senos se denominan de acuerdo con los huesos, en los que encuentran, de la siguiente manera: Frontal, etmoidal, esfenoidal y maxilar.

Relación entre los senos paranasales y la órbita
El seno frontal es superior, el seno maxilar, inferior; el seno etmoidal, medial; y el seno esfenoidal posterior a la órbita. Estos senos están tapizados por una membrana mucosa que se continúa con la de las cavidades nasales. Sin embargo, la mucosa sinusal es más fina, menos vascularizada y no se adhiere tanto a las paredes óseas como la mucosa nasal. El moco segregado por las glándulas de la mucosa sinusal pasa a las cavidades nasales a través de los orificios (ocultos por los cornetes) de las paredes laterales.
Los senos paranasales se desarrollan como evaginaciones de las cavidades nasales, fundamentalmente después del nacimiento. Las aperturas originales de estas evaginaciones persisten como orificios en la cavidad nasal. Por consiguiente, todos los senos paranasales drenan directa o indirectamente a la cavidad nasal. Las secreciones de la mucosa sinusal acaban drenando por estos orificios hasta la cavidad nasal. La capa mucosa de los senos se continúa, además, con la mucosa de la nariz como consecuencia del origen sinusal como una evaginación de las cavidades nasales
Los senos paranasales varían considerablemente de tamaño y forma en las distintas personas y razas (por ejemplo los senos frontales suelen ser de pequeño tamaño en los orientales). La mayoría de los senos se encuentran en estado rudimentario o ausente en los recién nacidos. Al nacer, no se observa ningún seno frontal ni esfenoidal, pero habitualmente existen algunas celdas etmoidales y diminutos senos maxilares. Estos senos se expanden durante la infancia. Los senos frontal y esfenoidal se desarrollan durante la infancia y adolescencia. El desarrollo de los senos paranasales es esencial para que ocurra el cambio del tamaño y la configuración de la cara durante la infancia y para añadir resonancia a la voz durante la adolescencia.

Los senos frontales
Estas cámaras de aire se encuentran entre las tablas externa e interna del hueso frontal, detrás de los arcos superciliares y la raíz nasal. El tamaño de los arcos superciliares varía según el desarrollo; sin embargo, la prominencia de los arcos superciliares no se corresponde necesariamente con el tamaño de los senos frontales subyacentes. En general, los senos frontales se detectan en la radiografía a partir de los 7 años de edad.
Los senos frontales derecho e izquierdo raramente tienen el mismo tamaño y el tabique que los separa casi nunca se encuentran totalmente en el plano medio. En general, el seno frontal consta de dos porciones:
1. Una porción vertical en la porción escamosa del hueso frontal y
2. Una porción horizontal en la porción orbitaria del hueso frontal. Una o ambas porciones pueden adoptar un tamaño grande o reducido.
Si la porción supraorbitaria aumenta, el techo forma el suelo de la fosa craneal anterior y el suelo, el techo de la órbita. Los senos frontales varían de tamaño desde aproximadamente 5 mm (tamaño de un guisante) hasta ocupar grandes espacios que se extienden lateralmente en las alas mayores del esfenoides.
En principio, puede haber varios senos frontales al mismo lado, cada uno de ellos con un conducto frontonasal independiente . En general, el seno frontal drena a cada lado por un conducto frontonasal. Los senos frontales están inervados por ramos de los nervios supraorbitarios (, que proceden de la división oftálmica del nervio trigémino).

Los senos etmoidales
Estos senos contienen varias cavidades de pequeño tamaño, denominadas celdas etmoidales, situadas dentro del laberinto etmoidal de la masa lateral del etmoides. Las celdas etmoidales forman el laberinto del hueso etmoides, que se encuentra entre la cavidad nasal y la órbita. El número de celdas varían entre 3 y 18 y su tamaño aumenta conforme se reduce su número.
Los tabiques extraordinariamente finos de hueso, cubiertos de mucosa, forman un número variable de compartimientos o celdas etmoidales, conectadas entre sí, que terminan drenando a la pared lateral de la cavidad nasal.
En general, los senos etmoidales no se visualizan en la radiografía simple antes de los dos años de edad. Si se produce una obstrucción al drenaje nasal, las celdas etmoidales pueden perforar la frágil pared medial de la órbita. Las infecciones graves de la órbita, que se originan por esta vía de diseminación, pueden provocar ceguera porque algunas celdas etmoidales posteriores se encuentran próximas al conducto óptico. La diseminación de la infección a partir de estas celdas puede también afectar a la vaina de duramadre del nervio óptico y causar una neuritis óptica.

Los senos esfenoidales
Estas áreas neumatizadas se localizan en el cuerpo del esfenoides y ocupan una cantidad variable del hueso, extendiéndose a veces por sus alas. Los dos senos están separados por un tabique óseo que normalmente no se encuentra en el plano medio. El cuerpo del esfenoides es una estructura hueca y frágil debido a la presencia de los senos esfenoidales. Estos senos se separan únicamente por finas láminas de hueso de otras estructuras muy importantes: los nervios ópticos y el quiasma óptico, la hipófisis del cerebro (glándula pituitaria), las arterias carótidas internas y los senos cavernosos e intercavernosos. El nervio etmoidal posterior y la arteria etmoidal posterior se distribuyen por los senos esfenoidales.
Aunque a veces se afirma que los senos esfenoidales se hallan presentes al nacer (de manera diminuta). este hecho no suele aceptarse porque, en general no se visualizan los senos esfenoidales en las radiografías de cráneo de los recién nacidos. La opinión actual es que los senos esfenoidales proceden de una celda etmoidal posterior que comienza a invadir el seno esfenoidal aproximadamente a los dos años de edad.

Los senos maxilares
Constituyen la pareja de senos paranasales más voluminosos. Se trata de cavidades piramidales que ocupan todo el cuerpo de los maxilares. El techo del seno maxilar está formado por el suelo de la órbita. Las raíces de los dientes maxilares, sobre todo de los dos primeros molares, suelen producir una elevación cónica en el suelo del seno maxilar.
El seno maxilar drena al meato medio de la cavidad nasal por una apertura en la porción superior de su base. Debido a la situación de esta apertura, resulta imposible que el líquido drene del seno maxilar, con la cabeza erecta, hasta que el seno se halla prácticamente repleto.
Los senos maxilares son muy pequeños al nacer y se desarrollan lentamente hasta la pubertad. El desarrollo no termina hasta que no erupcionan todos los dientes definitivos (hasta los 25 años de edad). El seno maxilar es uno de los senos que se infectan con más frecuencia, probablemente porque su apertura se encuentra por encima del suelo sinusal, una localización inadecuada para el drenaje fisiológico. Además, cuando la membrana mucosa de este seno se congestiona, se puede obstruir el orificio maxilar. Para que se produzca el drenaje gravitatorio óptimo del seno maxilar, conviene tumbarse sobre el lado contrario al seno infectado. La proximidad de los dientes molares superiores al suelo del suelo maxilar plantea problemas potencialmente graves. Al extraer un diente molar superior, se puede fracturar alguna de sus raíces. Sí no se utilizan métodos.
Como cada uno de los senos paranasales se comunica con la cavidad nasal a través de una apertura que se abre al meato de la cavidad nasal, las infecciones de las cavidades nasales pueden extenderse los senos, causando inflamación y tumefacción de la mucosa sinusal (sinusitis) con dolor local. A veces, s inflaman varios senos (pansinusitis) y el edema de la mucosa produce un bloqueo de uno o varios orificios sinusales de drenaje a la cavidad nasal. La inflamación de la mucosa sinusal suele acompañarse de una sensación de dolor en el diente, sobre todo en las personas con un hueso muy fino en la porción inferior de la pared sinusal.
Los pacientes con fracturas de los huesos frontal, etmoides, maxilar o nasal deben saber que no es aconsejable que se suenen la nariz por la posibilidad que el aire de las cavidades nasales o de los senos paranasales se introduzca en el tejido subcutáneo, cráneo u órbita. de recuperación adecuados, el fragmento fracturado de la raíz puede ser impulsado hacia arriba dentro del seno maxilar. En consecuencia, se establece una comunicación oral entre la cavidad oral y el seno maxilar, La infección también se puede diseminar al seno maxilar a partir de un absceso originado en un molar superior.

Referencias

es.wikipedia.org/wiki/Olfato

http://www.monografias.com/trabajos14/lossentidos/lossentidos.shtml

http://www.solociencia.com/medicina/07031506.htm

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